Érase es la síntesis escrita en que decantó el proceso de trabajo que Sebastián Baudrand desarrolló en Lima entre 2021 y 2023. Un vocablo que nos remonta al inicio de los relatos más elementales. Tiempos y existencias que se encuentran; lo pasado y lo contingente, la historia y la coyuntura, juegan en esta voz en que verbo, pronombre y tiempo se confunden para traer al presente un relato, inmemorial, pretérito, o al menos anterior, una palabra que da la partida a algo que ha logrado sortear las brechas temporales y situarse nuevamente.
Desde la primera aproximación a la idea de “Un Perú”* a finales de los 90, Sebastián Baudrand se enfrenta al choque de la expectativa y la experiencia. La deriva lo conecta con la ruta simbólica más directa, a Machu Picchu, al que retorna en dos ocasiones físicamente. Este lugar se vuelve la zona de contacto primaria para la construcción de estos trabajos, que cierran un ciclo de tránsitos y estancias donde vincula su quehacer con ideas e imaginarios locales.
Entremedio de las carnadas desperdigadas en imágenes y eslóganes por la industria del turismo, aparece un camino que lo desvía de la fascinación contemplativa en torno a los objetos y el paisaje, y de la obviedad del lugar como destino. El armado inicial del puzzle de esta idea está en el referente más elemental, la cúspide del camino a partir de la cual se desarma una imagen común para construir un esquema de imagen propia. Sebastián aprovecha ese plano para desmontar con oficio –empleando los materiales más insólitos y sencillos– la parafernalia que obstaculiza la visión de los estratos que la historia acumula.
Los ejercicios derivados del arte viven tensionados por la idea de posteridad, de permanecer, sobre todo en presentes tan esquivos e inciertos como el que vivimos. ¿Pero cómo se enfrenta el sentido histórico que guarda esta idea, a la acción práctica de disponer una serie de objetos en un contexto tan frenético y agitado?
Esta puesta en sitio se ofrenda como un resumen de temporalidades, emplazamientos, sistemas de representación y estructuras en que la complejidad de los relatos y simbologías cobran forma a través de una notable economía de recursos, una estrategia que ha trabajado con ahínco para cuestionar concretamente un sistema que toma, exprime y descarta con una frivolidad abrumadora aquello que las personas crean y aquello en que las personas creen, en distintos tiempos y en diferentes contextos.
Más que una narrativa secuencial el Érase de Baudrand es un sistema de relatos simultáneos que se distribuyen como una cartografía experiencial. De sur a norte se configura la dinámica de su migrancia, que transita de la habitabilidad austral a la supervivencia en la metrópoli. De oriente a poniente el reposo para la observación analítica y para dejarse llevar por la inercia en la pendiente de los acontecimientos y las acciones: observar, recorrer, colectar, transformar.
Su emplazamiento final no puede obviar la presencia de la Huaca como hito, la perspectiva plena de la vista al horizonte interrumpida por la inamovilidad de la historia como cúmulo, que referencia aquello que la literalidad esconde y que el artista vuelve a codificar a partir de sus propios hallazgos y a estructurar con sus propias capas, honrando al tiempo con el espacio, a la muerte con la materia, al paisaje con la experiencia. Así el ciclo del relato puede renovarse y volver a un punto de partida, desde donde otras voces aportarán nuevos estratos para que pronombres y tiempos se sigan conjugando.
Andrés Muñoz Valdivia
Puerto Montt, marzo 2023.
* Esta idea hace referencia a la expresión “valer un Perú” que refiere a un valor muy grande o “una riqueza incalculable”. Recuerdo haberla escuchado frecuentemente de personas mayores hace varias décadas, en distintos contextos. Hoy es una frase (al menos en Chile) en desuso.