GUILLERMO GARCÍA CRUZ I SCREEN II

SCREEN II

La serie “Screens” de Guillermo García Cruz, se concibe como un replanteamiento de algunas de las pautas más rigurosas de la abstracción geométrica latinoamericana, formulada desde la perspectiva de una pantalla—de televisión, de computadora, de tableta o de teléfono—, es decir tomando como referente aquellos dispositivos que emiten su propia luz para producir imágenes digitales, quietas o en movimiento. 

Siguiendo la exploración de intensos contrastes lumínicos y cromáticos que viene realizando desde hace algunos años, el artista recurre, para esta serie de trabajos, a una paleta de colores RGB (rojo, verde, azul), propia del color luz empleado en las pantallas, a la que le suma el negro y el blanco. 

Sus composiciones lineales, de enorme síntesis formal, presentan franjas de colores planos que trazan, de manera concéntrica, el mismo perímetro de los formatos que emplea. Es decir, las composiciones remarcan la geometría del contorno que las contiene, que no es otro que un rectángulo desfasado. Este peculiar tipo de formato nos trae a la mente las formas irregulares usadas por los artistas del movimiento Madí, aquel movimiento uruguayo-argentino de arte concreto formado en Argentina en 1947.

A la severidad de la abstracción del movimiento Madí y de otras tradiciones pictóricas de la pintura plana no representacional y no ilusionista, García Cruz parece contraponer el fantasma del hipnótico ilusionismo propio de las pantallas de nuestro presente digital, que operan como una “ventana al mundo” de bolsillo. De hecho, en cierta medida podría decirse que el uso de franjas de colores puros en los cuadros evoca los viejos patrones de sintonía de las televisiones, que anticipaban las imágenes que luego vendrían; acaso una insinuación de que esos colores pueden transmutarse, pasando de la geometría más austera a la figuración más verosímil posible. 

Más aún, se diría que la intensidad de los colores de García Cruz, potenciados por sus fondos negros y blancos, crea la ilusión del color luz ahí donde lo que ha empleado es, por el contrario, color pigmento. Esto se hace patente en los distintos acabados de superficie que el artista emplea en simultáneo, donde yuxtapone superficies altamente pulidas con otras que evidencian la textura de la veta del pincel, tendiendo así un puente no solo entre dos modelos cromáticos (color luz y color pigmento), sino también entre tradiciones y formas culturales distintas. 

No obstante, aún hay otro referente que está en juego, el “glitch” o error informático, que tiene entre sus muchas manifestaciones el pixelado de las imágenes así como su desfase. Es así que los guiños cinéticos de estas obras remiten, a la par, a la potencialidad del accidente. García Cruz recodifica así la ruptura con la tradición pictórica del bastidor rectangular, que artistas como los Madí implementaron en los años 1940, en los términos del mundo digital. 

Una serie de esculturas en forma de ladrillos continúan este tipo de exploración, tendiendo puentes entre el mundo digital y el mundo material y entre el presente moderno occidentalizado y el pasado premoderno y precolombino. Estas piezas hacen eco de los adobes de las huacas (como los de la misma Huaca Pucllana, al frente de la galería), pero en ellas el “glitch” da lugar como resultado, más que un desfase, una fusión de volúmenes que se reiteran y superponen.

Guillermo García Cruz introduce así el error para dislocar la vieja apuesta moderna por construir un mundo que rompa con el pasado naturalista, señalando en el proceso los límites de la construcción de nuestros mundos de fantasía inmateriales. 

Max Hernández Calvo

Fotografías por Juan Pablo Murrugarra