ASIMETRÍA SINCRÓNICA
—¡Y qué! —dirán otros—, ¿dónde se esconde el alma de todo esto? ¿Y dónde el subconsciente,
y el estado mágico y las potencias ocultas, y la subjetividad de las formas interiores?
Germaine Derbecq*
Asimetría sincrónica encuentra a tres referentes de la abstracción geométrica contemporánea latinoamericana: Mariella Agois, Cristina Ghetti y Graciela Hasper, artistas que en los noventa revisionaron los discursos modernistas de los cuarenta y sesenta de larga tradición y radical autonomización en el continente, para producir, desde entonces, una afirmación estética renovada.
Las obras de este trino de artistas, no cesan de interactuar desde la irreverencia del color y la composición. Son audaces y vitales. Y son, a priori, una provocación multidimensional para el ojo: si Ghetti y Agois lo generan desde la experimentación atravesada por los recursos propios del Op-art y el cinetismo, Hasper se aboca a un estudio detenido del color desde una mirada cenital sobre sus planos que vibran sin despojarse de su estructura. La abstracción es la experiencia del todo y la nada en simultáneo a la conciencia de que del cuerpo no podemos escapar (al menos, bajo esta configuración). Nos hallamos retenidos en la unidad humana. A través de trucos ópticos, cromatismos relacionales y modulaciones asimétricas, nuestros órganos perimetrales se dilatan sólo así permitiéndonos salirnos de ellos, elevarnos en un todo–nada que no singulariza, entregarnos al platónico mundo de los estímulos —siempre contenidos por el binomio de la línea y el color, nuestra áncora planetaria.
En todas las obras exhibidas encontramos la mano visible de las artistas en el recorrido del pincel y del lápiz. Esta evidencia se agudiza en las acuarelas de Hasper: estudios de un laboratorio de mesa, orgánicas y frágiles. E incluso en las obras de Ghetti, compuestas mediante la experimentación con algoritmos tecnológicos que luego transfiere a la tela o a la madera. En este caso, el pasaje del lenguaje digital al soporte material convoca el cuerpo y deja huellas.Sean las obras lienzos, maderas o papeles, los discursos pictóricos de las artistas proponen un pensamiento visual que desborda a la materia per se.
Una observación distendida de la exhibición, tuerce la geometría de las obras hasta ablandar su rigidez y asumir innumerables morfologías inmersivas que ponen a trabajar nuestro inconsciente de manera revolucionada. Pero ya no lo hacen a la manera de la traducción esquemática que desplegara la teórica de Kandinsky: figuras y conceptos orquestando una sinfonía; sino que acá sucede desde una música penetrante que conjuga folklore con electrónica y cantos primitivos, una sincronía asimétrica entre la vida y la conciencia personal a partir de un lenguaje universal. Los pliegues de Agois y Ghetti transforman la sala en un paisaje urbano para luego tomar la luz de unos tótems incaicos, una autopista, la frecuencia del sonido de estar cerca unxs de otrxs; las pinturas de Hasper como el cielo con todos sus tiempos desplegados. La geografía se ha vuelto un laberinto parecido a una rejilla que flota, la corriente de correspondencias emotivas se suspende y los párpados caen; las imágenes vuelven como reflejos silenciosos hasta replegarse por completo. Es curioso despertar, después de todo. Las obras se enmascaran de puro presente.
Camila Pose
Curadora
*Germaine Derbecq. “Una experiencia plástica exitosa conduce necesariamente al cuadro”, Galería Bonino, 1960.